Puedes interpretar esta enfermedad como una alteración crónica del desarrollo neurológico y psiquiátrico, que se inicia en los niños y puede continuar en la edad adulta en el 60 a 75 % de los casos. Se la conoce mejor como TDAH o Transtorno de déficit de atención e hiperactividad y su prevalencia a nivel mundial hasta los 18 años de edad es del 5,29 %.
La sintomatología asociada se manifiesta como períodos de atención breve con lapsos de distracción que puede ser de moderada a grave. Lo habitual es que los síntomas se agraven en situaciones que requieren de esfuerzo mental o que carecen del estímulo de la novedad.
Además, se presentan inquietud o hiperactividad y conductas impulsivas que traducen inestabilidad emocional. Todo este cuadro incide en diversas áreas y entorpecen el desarrollo emocional, social y cognitivo.
La hiperactividad se manifiesta en estos jóvenes como un cuadro que observarás como de inquietud permanente con alguno de los siguientes rasgos:
– No pueden permanecer sentados o se mueven constantemente en la silla.
– No les es posible divertirse tranquilamente pues hablan en exceso.
– Saltan o corren en situaciones que no lo ameritan; entorpecen los asuntos de los demás, tocan cosas que no deben.
– Están siempre en movimiento y suelen tener más accidentes de los normales.
Con el tratamiento adecuado se logra mejoría a corto plazo. La combinación de fármacos, tratamiento psicológico y psicopedagógico es lo que produce mejores resultados. Los padres, médicos y profesores y todo el entorno de tu niño deben involucrarse en las terapias.
Los tratamientos farmacológicos actuales suelen incluir estimulantes como el metilfedinato o fármacos no anfetamínicos como la atomoxetina. También se han utilizado antidepresivos tricíclicos.
Con un diagnóstico médico precoz y un tratamiento correcto se pueden evitar a los niños los problemas que acarrea el TDAH, tales como inadaptación social, bajo rendimiento y desajustes emocionales.